Salí de casa a la
hora acostumbrada. Me aseguré de que llevaba todo lo imprescindible en
mi bolso: las llaves, el monedero, el móvil y sobretodo la foto de la
persona con la que me iba a encontrar en el parque. Era un poco tarde,
la noche ya había hecho presencia en las calles. Me arreglé ligeramente
mi abrigo, coloqué mi pelo y en un escaparate comprobé que mi vestuario
estaba espléndido. Después de todo aún soy una mujer hermosa, no tengo
de qué quejarme, algunas de mis amigas han envejecido bastante peor que
yo. Tal vez demasiado solitaria, pero de vez en cuando busco la compañía
de alguien con quien robar el tiempo a mi reloj. Un ligero escalofrío
recorrió mi cuerpo, y los nervios se alojaron en mi estomago; una arcada
ácida subió hasta mi boca. Lo había hecho otras veces, esta no era la
primera vez que me citaba con alguien a estas horas. Debería de esta
acostumbrada ya a esta sensación.
Ahí
está al lado del árbol de Judas, siempre quedo al lado de esta planta
así no hay pérdida, me aseguro de que todos conozcan ese lugar del
parque antes del encuentro. Es más privado, menos transitado…
Impecablemente vestido (igual que en la foto) con una gabardina negra
oculta su rostro con un sombrero de ala también de color negro. Me voy
acercando, paso a paso, miro en todas las direcciones, nadie me está
siguiendo. Por fin, por fin lo voy a ver, lo que tanto he deseado al fin
será mío.
-Señora,
aquí tiene las fotos de su marido con su amante un par de horas antes
del crimen- dijo metiendo su mano derecha en el bolsillo interno de su
gabardina.
Ahora tenía a mi marido en mis manos…